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El cazador oculto

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RUBEN LOZA AGUERREBERE

Ha muerto, sí. En el inicio de su carrera escogió la soledad y la reclusión, y así vivió hasta el último de sus 91 años, la pasada semana.

Nunca habló. Alcanzado el triunfo literario, lo desdeñó con un gesto de abandono semejante al del héroe que quería encarnar, retirándose a la soledad, estoico y ajeno a todo. Nunca dio entrevistas. Sólo nos permitió conocer tres fotos suyas (un joven de rostro alargado; un señor maduro paseando por el campo; y un hombre canoso y cabizbajo en una granja, la que habitó hasta el final). De mis soledades vengo, a mis soledades voy.

Pero en verdad, Jerome David Salinger fue un escritor prodigioso. A su pluma debemos algunas de las obras más celebradas de la literatura moderna, especialmente dos títulos: "Nueve cuentos" (que ha retornado en edición de Edhasa/Océano) y "El guardián en el centeno" (mismo sello), también traducido como "El cazador oculto".

Esta novela, que es un texto de carácter iniciático, cuenta las aventuras de un adolescente fuera de su hogar, y acaba siendo una metáfora sobre la vida humana y la soledad del hombre.

"El guardián en el centeno" ha tenido una enorme repercusión en no pocos escritores: por la fuerza mítica de sus páginas y por la extraña ternura de su protagonista, el jovencito Holden Caulfield, que es casi posesiva. Este era el libro que famosamente llevaba consigo y admiraba Mark Chapman, el jovencito que mató a John Lennon.

En cuanto a "Nueve cuentos" es, sencillamente, un libro como pocos. Salinger era un maestro del cuento corto, género al que los escritores americanos cultivan espléndidamente. Su técnica se basa en la vaga acumulación de los detalles circunstanciales, hasta que de pronto todo comienza a cobrar un sentido nuevo.

Tanto es así, que no me parece exagerado decir que es el autor de algunos de los relatos más perfectos de la literatura moderna, como "El hombre que ríe", historia sobre el fracaso de un amor, y sobre todo "Un día perfecto para el pez plátano", breve pieza fundamental en su obra donde destellan todas sus virtudes y donde está Seymour Glass, protagonista de muchos de sus relatos.

Lo importante en esa novela y estos cuentos es la creación de un ambiente y la forma en que este escritor oculto "cazaba" los estados de ánimo. Como decía John Updike, "procuraba las palabras para las cosas trasmutadas en subjetividad". La magia de la novela y de sus cuentos sigue marcando a sus lectores y no menos a los escritores.

Vino al mundo en Nueva York; a los quince años ingresó en la academia militar; participó en el desembarco en Normandía. Casado con Claire Douglas, fue padre de dos hijos. Enclaustrado en su granja se dio el lujo de vivir como quería vivir.

Salinger no era un impaciente, a los que, sabemos, no se les abren con facilidad las puertas del cielo. No tendrá esos inconvenientes. Adiós, maestro, espíritu que sopla aún y todavía.

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