Rev.int.med.cienc.act.fís.deporte – vol. 7 -
número 26 - junio 2007 - ISSN: 1577-0354
Granero Gallegos, A.
(2007) Las actividades físico-deportivas en la naturaleza y la industria
turística. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad
Física y el Deporte vol. 7 (26) pp.
111-127 http://cdeporte.rediris.es/revista/revista26/artactnatural52.htm
ARTÍCULO
DE REVISIÓN
LAS
ACTIVIDADES FÍSICO-DEPORTIVAS EN LA NATURALEZA Y LA INDUSTRIA TURÍSTICA
THE PHYSICAL - SPORTS ACTIVITIES IN THE
NATURE AND THE TOURIST INDUSTRY
Granero Gallegos, A.
agranero@ual.es Profesor Asociado Laboral de la Universidad de Almería;
Profesor de Educación Física y Asesor de Formación de Secundaria en el Ámbito Artístico-Deportivo
del Centro del Profesorado Cuevas-Olula, de Almería.
Recibido 10 de marzo 2007
Aceptado 11 abril 2007
Clasificación UNESCO: 6310
RESUMEN
El turismo deportivo es un
mercado en expansión y representa grandes beneficios económicos a nivel local,
nacional e internacional. En este tipo de turismo la actividad deportiva y
recreativa constituye una parte fundamental, pues, cada vez más, el turista
desea participar activamente en sus vacaciones. Resulta de gran interés
estudiar la relación de estos dos fenómenos cuando se realizan en la
naturaleza. En este artículo se analizan diversas investigaciones desarrolladas
tanto en Europa como en Estados Unidos acerca del impacto socioeconómico de
estas prácticas de turismo activo en la zona que se desarrollan y proponiéndose
nuevos enfoques para continuar este tipo de estudios. Al margen de los
beneficios sociales, culturales, etc., las actividades relacionadas con estas
prácticas generan grandes impactos económicos, concluyéndose, que el gasto
realizado por un turista activo repercute mucho más en la renta y el empleo
locales, que ese mismo gasto realizado por un turista tradicional.
Palabras clave: turismo activo,
actividad físico-deportiva, medio natural, senderismo, excursionismo.
ABSTRACT
The sports tourism is a market in expansion and
it represents big economic benefits to local, national and international level.
In this way of doing tourism the sports and recreative activity constitute a
fundamental part, so, increasingly, the tourist wants to take part actively, in
his/her vacations. It turns out from great interest to study the relation of
these two phenomena when they are made in nature, analyzing in this article
diverse investigations developed so much in Europe as in the United States
about the socioeconomic impact of these practices of active tourism in the zone
that are developed and setting out, also, new approaches to continue with this
type of investigations. To the margin of the social, cultural benefits or of
another nature, the activities related to the sport tourism or of adventure
generate big economic impacts, concluding, besides, that the expense realized
by an active tourist has a benefit much more on the revenue and the local
employment, that the same expense realized by a traditional tourist.
Key
words: active tourism, physical-sports activity,
natural way, walking, rambling.
1. INTRODUCCIÓN
En las sociedades
desarrolladas el poder viajar, o “desplazarse”, se ha extendido a las masas y a
todos los sectores de población, adquiriendo una gran importancia social,
económica y cultural, además de provocar el interés de la comunidad científica.
Como expone Armadans (2002), la actividad de ocio-turístico presenta múltiples
dimensiones en que puede ser analizada e interpretada (temporal, económica,
social, cultural, etc.), además de considerar que estamos ante un fenómeno
“complejo” de las sociedades avanzadas.
Los antecedentes históricos del viaje turístico se pueden situar, de
forma general, en los primeros desplazamientos turísticos realizados durante
los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, por parte de clases
sociales privilegiadas económicamente y exenta de imperativos de trabajo
(Alvarez Sousa, 1994; Lickorish, 1991). Estos viajes se establecieron como una práctica
basada en un hecho social de desplazamiento que reunía principalmente
finalidades políticas, culturales y de diversión (el “grand tour” y el “petit
tour”, y el “tourism” reservado para la práctica del viaje por placer). Con
ello, asegura Armadans (2002), también empezaron a sentarse las bases
etimológicas de lo que sería el concepto moderno del turismo y la denominación
turística actual. El siglo XIX fue testigo de grandes cambios sociales, de una
gran expansión económica, seguida de una revolución industrial y científica,
incluso mayor, en la segunda mitad del siglo XX. El turismo fue uno de los
principales beneficiarios, para llegar a ser considerada, a finales del siglo, la mayor
industria del mundo.
La industrialización
de la sociedad se tradujo en grandes comodidades para los habitantes de las
ciudades y una de las consecuencias es que las zonas rurales protagonizaron un
progresivo abandono de sus habitantes por razones de trabajo y en busca de una
mejor calidad de vida “urbana”, “escapando
de la relatividad temporal de lo climático y acogiéndose a la seguridad y
estabilidad rutinaria, consecuencia del dominio y control del hombre sobre lo
natural” (García Montes y Rebollo, 1994, p. 71). Con el paso de los años
esta situación se ha invertido y aquellos “pueblos fantasma”, como consecuencia
de la huida a la urbe, vuelven a ser hoy el objetivo de muchas personas que,
escapando de las nuevas incomodidades de la ciudad (ruidos, polución, largos
trayectos, dificultad de transporte, estrés, etc.), demanda el retorno a lo
natural, salvaje, artesano y tradicional. Ante esta situación los espacios
rurales aparecen como una fuente de riqueza potencial para la economía de
nuestro entorno natural. Entre los diferentes recursos de explotación se
incluye lo deportivo como oferta turística (Dienot y Theiller, 1999; García
Montes, 1996).
El turismo, definido
por Santana (1999, p. 48) como ”... el
conjunto de relaciones y fenómenos producidos por el desplazamiento y
permanencia de personas fuera de su lugar de domicilio en tanto que dichos
desplazamientos y permanencia no estén motivados por una actividad lucrativa”,
asume hoy en día una dimensión mundial de relevante importancia. Una de las
mayores controversias que genera su estudio es comprender y diferenciar las
causas de los efectos que intervienen en su origen y posterior desarrollo como
actividad de ocio moderna. Resulta dificultoso delimitar claramente los
contornos del mismo porque están implicadas razones socio-económicas, pero
también técnicas, políticas, sociológicas, medioambientales, etc., que, como es
lógico, tuvieron un papel decisivo en su génesis en un determinado momento
histórico (Mouriño, 2001; Santana, 1999).
Sin entrar en controversias en cuanto al origen
social de este fenómeno -el turismo-, en su concepción moderna, es una
actividad económica del sector terciario. A partir de los cambios en los
valores de la sociedad, en la postmodernidad, con el incremento del “culto” del
ocio, Khan (citado por Vieira, 1997) afirma que se puede considerar como parte
de un cuarto grupo de actividades económicas, que incluye todas las actividades
vinculadas al ocio: las actividades cuaternarias.
A finales del siglo XX, la dimensión del turismo
como actividad económica era muy importante; ya en 1992, Pires (citado por
Pereira y Félix, 2002), afirmaba que en el año 2000, ésta sería, seguramente,
la mayor industria europea, lo que vino a reforzarse por todos los análisis y
previsiones de la Organización Mundial del Turismo.
Trigo (1993) apunta
los numerosos factores que han sido responsables de este desarrollo, de este
“boom” turístico, pues se ha transformado en una actividad de masas, con una
gran relevancia económica a nivel mundial: los progresos tecnológicos, que han
permitido mejorías en los medios de transporte, vías de comunicación y
producción industrial; nuevos recursos a nivel de las ingenierías y
arquitectura, que han revolucionado la construcción civil; los aumentos de la
calidad de vida y del tiempo libre, este último como consecuencia de factores
como la reducción del horario de trabajo, la antelación de la jubilación, el
retraso en la entrada en el mundo del trabajo y el aumento de los días de
vacaciones pagados; y los nuevos valores adoptados por la sociedad denominada
postmoderna. Así, al constituirse el turismo como una de las más importantes
actividades de final del siglo XX consecuencia, como indica Dumazedier (2000),
del surgimiento de las sociedades del tiempo libre, ha de ser una de las
principales actividades económicas de la presente centuria (Peñalver, 2004;
Vieira, 1997).
Hoy en
día, el ocio es una industria organizada en la que la inversión y el negocio
son sus ingredientes básicos. Esta concepción del ocio dictada por el simple
valor del mercado, refleja el proceso mediante el cual, los valores
cuantitativos reemplazan a los cualitativos, según expone Hernández Mendo
(2000). Este autor, haciendo referencia
a distintos investigadores, ofrece unos datos significativos en cuanto a
cantidades económicas. Por un lado, Martin y Mason (1987) calculan que el
mercado del ocio en el Reino Unido era de 28 billones de libras en 1985. Por su
parte, Kelly en un trabajo realizado en Estados Unidos afirma que los gastos
realizados en ocio es del 6% de la renta de cada familia americana. Asegura
asimismo, que los trabajadores pierden de vista la noción de creatividad del
ocio, por considerarlos como un bien y un servicio para consumir. En una
investigación desarrollada por Meléndez (1986), se indica que los gastos
asociados con el tiempo libre en los Estados Unidos ascendieron a 265 billones
de dólares en 1982, lo que supone un gasto superior a la partida presupuestaria
que el gobierno destinó a defensa en ese mismo año. La situación en Canadá es
similar, pues en 1985 los gastos ascendieron a 263 millones de dólares.
El ocio-turístico esta determinado por la estructura socioeconómica que condiciona el estilo de vida, el ocio de la población y el viaje turístico (Alvarez Sousa, 1994). Además, como se ha indicado anteriormente, el turismo como mercancía de consumo se ha visto transformado por la democratización del tiempo y del espacio (Luque Gil, 2003). Esto ha supuesto, entre otras cosas, el incremento de la accesibilidad de nuevas demandas, cada vez más diversificadas, así como el aumento de las posibilidades de disfrute de nuevas ofertas de turismo, las cuales se vinculan con cambios en las motivaciones de la demanda turística (Clary, 1991; Bouchet, Lebrun y Auvergne, 2004) y las tendencias de consumo de los turistas de este nuevo milenio (Armadans, 1999). Lo cual sugiere, como apunta Vera (1994) la necesidad de adecuar la oferta a los nuevos tipos de clientela.
Ya durante los años ochenta se señalaba como rasgo a destacar la relación entre el ocio y la práctica deportiva dentro de los hábitos de la vida cotidiana de la población, y desarrollados en su tiempo libre, como actividad de entretenimiento y de recreación (García Ferrando, 1990). La idea de relacionarlos está presente prácticamente en las principales tradiciones de sociología del deporte y de sociología del ocio. En las diferentes concepciones, el deporte aparece siempre como actividad físico-recreativa de ocio que ocupa un lugar central en la civilización contemporánea. Por ello, actualmente no se puede negar la evidente relación entre ocio y deporte.
Asimismo, la conexión
entre turismo y deporte hace ya varias décadas que se está desarrollando,
generando con ello un nuevo campo de conocimiento científico. Este vínculo,
asegura Luque Gil (2003), se percibe, como en otros espacios turísticos, en el
medio natural, donde entre la oferta de bienes y servicios están adquiriendo un
creciente interés los recreativos y de esparcimiento. Estas relaciones entre
actividad físico-deportivo-recreativa y turística aumentan cada vez más, debido
a las citadas transformaciones cuantitativas y cualitativas del tiempo libre,
cambios en los valores que regulan nuestra sociedad, vivencia más activa del
ocio, preocupación creciente por la higiene y salud, así como por la estética
personal y por una recreación en contra de las masificaciones urbanas que
favorece un retorno hacia la naturaleza y sus ritmos. El turismo pasa a ser una
de las fuentes de riqueza primordiales a nivel mundial, mientras que el deporte
se consolida como principal actividad físico-recreativa de ocio (García Montes
y Ruiz Juan, 2004; Sallent, 1991).
Deporte y turismo
constituyen dos grandes fenómenos sociales del siglo XX y lo previsible es que
sigan destacando en el recién estrenado milenio en el seno de las sociedades
desarrolladas donde han emergido (Pigasseau, Bui-Xuan y Gleyse, 1999). Por ello
resulta de gran interés estudiar la relación de estos dos fenómenos cuando se
realizan en el medio natural, analizando el impacto socioeconómico de estas
prácticas de turismo activo en la zona que se desarrollan y proponer, asimismo,
nuevos enfoques para continuar con este tipo de investigaciones.
2.
NUEVAS FORMAS DE TURISMO EN EL
MEDIO NATURAL
Deporte, turismo y medio
natural forman una terna que cada vez está más de moda en nuestra sociedad
desarrollada. Actualmente, el desarrollo de las actividades físico-deportivas y
recreativas en el medio natural por parte de las diversas instituciones está
generalmente asociado a la moda y al consumo (Kurtzman y Zauhar, 2003). Estas
actividades reciben diferentes denominaciones: deportes de aventura, deportes
tecno-ecológicos, deportes en libertad, deportes californianos, deporte
salvaje, actividades deslizantes en la naturaleza, actividades de aventura,
etc.
Es natural que las
nuevas formas de turismo que han surgido en los últimos tiempos incluyan
actividades vinculadas a la naturaleza y a la cultura. Aparecen cada vez más
denominaciones como: “turismo de naturaleza”, “eco-turismo”, “turismo en
entorno rural”, “turismo cultural” y, aún, “turismo de aventura”, “turismo
deportivo”, “turismo ambiental”, “agroturismo”, “turismo cultural”, “turismo de
salud”, “turismo religioso” o “etnoturismo”. Denominaciones que sugieren inmediatamente
la referida búsqueda de los orígenes, sean culturales o naturales, del
individuo. Y cada vez más, también, parece que el sujeto desea dejar de ser un
mero espectador en sus vacaciones, para descubrir y participar activamente
(Bouchet, Lebrun y Auvergne, 2004; López Monné, 1996; Pereira y Félix, 2002).
Es decir, en palabras de Peñalver (2004, p. 180), “se impone la idea de “ocio activo” en detrimento del turismo pasivo”.
Por otra parte, es
preciso considerar y diferenciar varios tipos de turismo en el medio natural,
que deben ser gestionados de manera eficaz para su adecuado desarrollo
sostenible: “turismo rural”, “turismo activo”, “turismo verde” y “turismo
ecológico” (Lagardera, 2002). El objetivo prioritario de la promoción del turismo rural es el aprovechamiento de
las riquezas paisajísticas, medio ambientales, arquitectónicas y culturales del
tradicional medio rural que ha experimentado una progresiva despoblación en las
últimas décadas, siendo gestionado bajo el paradigma del desarrollo sostenible,
tratando de compensar y complementar a los otros tipos de turismos. El turismo activo es una alternativa, ya
consolidada al tradicional y consiste en la oferta de actividades recreativas,
deportivas y culturales, además del alojamiento y desplazamiento, tanto en el
ámbito de la costa marítima como en la montaña. El turismo verde se encarga de fomentar entre la población las
excelencias de los diferentes parajes que constituyen los espacios protegidos y
considerados como Parques Naturales, ajustándose las actividades a las normas
de uso de estos espacios. Se entiende como turismo
ecológico a aquellas ofertas para realizar prácticas que están sometidas a
un estricto control de las normativas y recomendaciones establecidas para la
conservación del entorno natural, que tratan de rehabilitar antiguos caminos y
sendas o cañadas para la práctica del senderismo, excursiones en bicicleta y
paseos a caballo, o de bajo impacto, como vuelos sin motor, ala delta o
parapente.
De cualquier manera, a
pesar de las definiciones expuestas de Lagardera (2002), es necesario precisar
que no existe un acuerdo generalizado en cuanto a la denominación y definición,
tanto de estas prácticas de actividades físico-recreativas en el medio natural
como de los distintos tipos de turismo desarrollados de forma activa en la
naturaleza. A veces, afirma Luque Gil (2003, p. 137), se usan indistintamente
diferentes términos para referirse a una misma tipología: “turismo deportivo en la naturaleza, turismo activo, turismo de
aventura, turismo deportivo activo o turismo blando”. Estos términos se
suelen utilizar de modo indiferente en numerosas ocasiones, a pesar de que
posean connotaciones distintas, lo cual, asegura Bourdeau (1994, p. 14), “ofrece la trasgresión continua de fronteras
particularmente débiles entre los conceptos de ocio, deporte, viaje y aventura”.
No obstante, la mayoría de los autores parecen decantarse por la utilización
del concepto de turismo activo o turismo de aventura, que muy define Lagardera
(2002), para este tipo de prácticas.
En estos casos, la
integración del turista en el medio rural es fundamental para la consolidación
de esta oferta de actividades: alojamientos en casas rurales, decoración y
gastronomía tradicional, ofertas de turismo activo basadas en las costumbres
locales (senderismo, paseos a caballo, pesca,...), itinerarios culturales de
interés (fiestas populares, construcciones típicas, restaurantes de comida
tradicional...), etc. De esta manera, el hábitat rural, equipado adecuadamente,
puede ofrecer: tranquilidad, confort, alimentos naturales, aire, luz, espacios
abiertos para sentirse libre, así como una amplia variedad de ejercicios y
prácticas físicas excelentes para el mantenimiento de la salud física y mental.
Asimismo, se ha de tener en cuenta que, cada vez más, se busca practicar una
actividad deportiva libre, sin horario ni reglamentación fija, sin necesidad de
que esté programada por otros, como: senderismo, cicloturismo, etc.
Así pues, la
naturaleza es el escenario cada vez más procurado para estas actividades
deportivas, en un espacio que se pretende abierto, cuya variabilidad se
contrapone a la clausura del cotidiano, ofreciendo otro ámbito para desarrollar
las relaciones entre individuos. Pero la participación cada vez mayor en estas
prácticas no sólo despierta el interés en aquellos que las realizan, sino
también la de empresarios que ven en ellas una excelente oportunidad de
negocios (Gacía Llovera, 1995; Marinho y Bruhns, 2001). En estos momentos, se
impone la idea de “vivir” la naturaleza y tener momentos de aventura, donde la
“naturalización y el retorno a las orígenes” se mantienen (aunque imaginaria y
utópicamente) constantes (Granero, 2005; Pereira y Félix, 2002). Como expresan
Miranda, Lacasa y Muro (1995, p. 60), “la
variedad del entorno natural aparece como contraposición a un orden mecanicista
y monótono”.
“El turista moderno desea
formar parte de la acción, probar, vivenciar situaciones y momentos únicos.
Sólo así podrá sentir esa aproximación a su naturaleza, que tanto busca y,
vivir en pleno los valores emergentes de la sociedad de la cual hace parte” (Pereira y Félix,
2002, p. 3). Lo que corroboran Olivera y Olivera (1995, p. 18), “con los nuevos cambios culturales
ideológicos y tecno-económicos de la era posmoderna que dan paso a la sociedad
postindustrial surgen las actividades físicas de aventura en la naturaleza
(AFAN), que representan los nuevos valores sociales acordes con la ideología de
esta época: consumismo, acercamiento a la naturaleza, individualismo, hedonismo
o cuerpo informacional”.
Estas actividades,
aseguran los autores, surgen con el advenimiento de la sociedad postindustrial,
de la mano de la lógica mercantil y bajo las estrategias comerciales. La propia
promoción de las actividades, por parte de las empresas que las desarrollan, va
dirigida a demostrar a las personas que necesitan evadirse de la rutina y del
estrés diario y así dejarse invadir por la emoción del riesgo y aventura. De
tal manera, que es habitual que el espacio natural sea en cierta forma
“invadido” por una serie de infraestructuras de las empresas que desarrollan
estas actividades.
Estas formas de
turismo ponen al practicante en contacto directo con la naturaleza y le
posibilitan vivencias a las cuales él no tiene habitualmente acceso en su vida
urbana. Las grandes ventajas de estas formas de turismo se basan en el hecho de
que estas actividades van contra la tendencia de despoblamiento de las zonas
rurales, recuperando y revitalizando tradiciones culturales en pérdida y/o
fuera de uso, fomentando la entrada de capital y formalizando o ampliando el
tejido empresarial, permitiendo la expansión de las actividades del sector
terciario, contribuyendo a la conservación y recuperación del patrimonio
monumental y arquitectónico, y sensibilizando sobre la conservación del
patrimonio natural.
Las nuevas formas de
turismo preocupan actualmente a los expertos del sector, que indican como
factores importantes en la atracción de personas aspectos como: la identidad
cultural de la región, los atractivos habitualmente indicados como motivaciones
para la búsqueda de un determinado destino y la preservación del patrimonio y
del ambiente, que impresionan positiva o negativamente a los sujetos. Estos
atractivos turísticos referidos son los llamados “diez eses”: sun, sand, sea, shopping, sanitary, search,
scenery, sanctuary, saturnalia y schooling; es decir: sol, playa, mar,
compras, turismo de salud, investigación, paisajes, peregrinaciones,
divertimientos y visitas de estudio (Vieira, 1997).
Asegura Lipovetsky (1989, p. 11) que esta
actividad industrial apuesta, cada vez más, por las actividades
físico-deportivas y recreativas desarrolladas en la naturaleza, para atraer a
una población ávida “de identidad, de
diferencia, de conservación, de relax, de realización personal inmediata”.
3.
EL IMPACTO SOCIOECONÓMICO DE LAS PRÁCTICAS ACTIVAS DE TURISMO DEPORTIVO EN LA
NATURALEZA
Las actividades relacionadas con el turismo
deportivo generan grandes impactos económicos, al margen de la consideración de
los beneficios sociales, culturales o de otra índole.
El turismo deportivo
es un mercado en expansión y que representa grandes beneficios económicos a
nivel local, nacional e internacional (Standeven y De Knop, 1999). En esta forma de
hacer turismo la actividad deportiva y recreativa constituye una parte
fundamental y los distintos deportes, así como los eventos relacionados con los
mismos, son utilizados por un número considerable de agencias de viajes como
reclamo. Sirva como ejemplo la investigación realizada en España por Miranda y
Andueza (1997), que pone de manifiesto que la mayoría de las actividades que
ofertan los catálogos de las agencias de viajes nacionales corresponde a
actividades deportivas (56,4%), mientras que sólo un 5,5% corresponden a ofertas
recreativas no relacionadas con el deporte. Exponen estos autores que las
actividades náuticas (36,8%) y las excursiones y caminatas (31,6%) son las que
más se practican. Resulta evidente la relación que se produce entre las
actividades turístico-recreativas y las actividades de aventura en la
naturaleza.
Una investigación de
las agencias de turismo norteamericanas (North American Convention Tourism
Bureaus) muestra que el deporte supone un 25% de los beneficios turísticos
(Kurtzman y Zauhar, 2003). Asimismo, la Research Unit Sports Tourism
International Council indica, tras analizar “Programas de Eventos Turísticos”
de distintas regiones del mundo, destaca que las actividades relacionadas con
el deporte representa el 34% de los eventos.
Estos datos avalan aún
más la mencionada y evidente relación entre turismo y deporte, ya destacada por
numerosos autores (Pigasseau, Bui-Xuan y Gleyse, 1999), pero resalta la
relación que se establece entre las actividades turístico-recreativas y las
actividades de aventura en la naturaleza. Comienzan a surgir, cada vez con más
frecuencia, investigaciones acerca del impacto económico y turístico de estas
prácticas realizadas en la naturaleza.
En España se puede reseñar la desarrollada
por la Diputación Provincial de Huesca (2003) con el objetivo general de
analizar la influencia socioeconómica y ambiental de las actividades de
excursionismo y senderismo en su entorno geográfico. Según este trabajo, el volumen de
negocio generado por la práctica senderista, no evaluado en España hasta la
fecha, supone unas cifras realmente importantes. En la provincia de Huesca se
obtiene un gasto medio por senderista y día, contabilizando alojamiento,
restauración, compra de equipamiento, recuerdos y documentación (sin incluir el
desplazamiento), de 48,32 euros. Se calcula que el volumen de negocio generado
directamente por la práctica senderista en Huesca oscila entre 6,5 millones de
euros (M€) y 32,6M€, sin contabilizar los gastos asociados al desplazamiento
(carburantes, etc.). Asimismo, el gasto de los que practican esta actividad
genera un importante volumen de empleo, calculándose de 128 a 908 puestos de
trabajo a tiempo completo.
También
existen diferentes y recientes estudios en otros países de la Unión Europea,
acerca del impacto socioeconómico del senderismo. La existencia y actualidad de
estos trabajos, en un campo que apenas se había hecho eco de esta actividad
hasta muy recientemente, pone de manifiesto su influencia sobre distintos
aspectos económicos y sociales de aquellas regiones donde se lleva a cabo y
demuestra el creciente interés que despierta.
En Francia, la Agencia Francesa de
Ingeniería Turística (AFIT, 2003) realiza un estudio sobre el senderismo en
este país. En el mismo se
afirma que el volumen de negocio que genera el senderismo es muy importante.
Los gastos imputables directamente a las estancias de los franceses que
declaran practicar senderismo alcanzan los 36 euros por día y persona en
alojamiento y restauración y los 15 euros para compra de equipamiento y
documentación (mapas, topoguías). La capacidad de arrastre económico y social,
no cuantificada en este estudio, es muy relevante.
En este estudio se considera al senderista como un turista
de alto poder adquisitivo, que deja renta allí donde va, lejos de la visión de
individuos de escasa renta que se tiene del mismo en algunos sectores
turísticos tradicionales. Los últimos estudios realizados sobre el perfil del
senderista, así como del cicloturista, demuestran que se trata de individuos de
edad intermedia que pertenecen a categorías socio-profesionales acomodadas con
altos niveles de renta y de formación académica. Así se expone en la tipología
de senderistas, excursionistas y cicloturistas de distintas investigaciones,
como la de Havelka, Nováková, y Novotný
(2001), que estudiaron el senderismo en Alemania, Francia y la Republica Checa,
la desarrollada por la Diputación Provincial de
Huesca (2003), que analizan estas actividades en su entorno geográfico, la presentada
por Moya (2004), que analiza los diferentes programas de senderismo, de salidas
de un día, organizados por la Diputación de Granada, y la más reciente, la de
Granero (2005), que investiga diferentes aspectos en la actividad
físico-deportiva de los senderistas y cicloturistas que recorren, en la
actualidad, una gran ruta por etapas, el Camino de Santiago. No obstante, es
interesante el ascendiente número de jóvenes que practican estas actividades
movidos por el reto personal, la aventura, el desafío, las relaciones sociales,
así como la búsqueda de la íntima experiencia personal y vivencial (Granero,
Ruiz Juan y García Montes, 2005).
En Gales (Reino Unido), Midmore (2000) desarrolla una investigación, para la Rambler’s Association, sobre el valor económico del senderismo en el medio rural de Gales. Según el autor, los gastos relacionados directa o indirectamente con el senderismo en Escocia en el año 1998 se elevaron a 371 M€ y generaron unos 9.400 empleos a tiempo completo (PTTC), sin contar con el montañismo-alpinismo. Teniendo en cuenta este último, el gasto total llega a los 521M€, generando en torno a 13.350 puestos de trabajo a tiempo completo. Según estas proporciones, los 190M€ de gasto relacionado con el senderismo en Gales, generarían 4.800 empleos a tiempo completo.
Teniendo en cuenta
exclusivamente los impactos sobre el medio rural, una estimación conservadora
es que el senderismo en Gales es responsable de la generación de 79M€ de renta
y 3.000 PTTC, considerando los impactos directos e indirectos. Si se incluye el
montañismo-alpinismo, habría que añadir 32M€ de renta y 1.250 PTTC, a las
anteriores cifras. Estas cantidades, representan cerca del 2% del Producto
Interior Bruto (PIB) y del 1% del empleo del medio rural galés. En comparación,
la agricultura supone un 4% del PIB rural (del cual la mitad son subvenciones
públicas) y un 7% del empleo rural.
Crear un puesto de
trabajo, a través inversiones que mejoren y faciliten la práctica del
senderismo en Gales, supone una inversión pública de 625€. En contraste, los
costes directos e indirectos de un mantener un puesto en el sector agrícola,
son de unos 6.172€, al menos diez veces mayores.
Asimismo, el análisis del valor económico y social del senderismo en
Inglaterra (Reino Unido) ha sido llevado a cabo por Christie y Matthews (2003).
En el mismo se estima que cada año se realizan 527 millones de excursiones de
senderistas en Inglaterra. El gasto asociado a estas salidas es de 8.856 M€,
mientras que la renta generada por los gastos de los sujetos, se estima entre
2.125M€ y 3.985M€ y se generan entre 180.559 y 245.560 empleos a tiempo
completo. Restaurar la red existente de senderos hasta un nivel aceptable para
el uso público, tiene un coste estimado de 100 M€ y un mantenimiento anual de
27 M€. Los beneficios totales derivados de la práctica de esta actividad están
muy por encima de los costes de restauración y mantenimiento de los senderos.
Las conclusiones de las distintas investigaciones realizadas constatan que los resultados sobre el comportamiento del senderista y sobre el efecto renta y empleo son muy parecidos, tanto en España como en Francia y Reino Unido, y ponen de manifiesto la gran importancia que estas actividades físicos deportivas en el medio natural tienen en la actualidad, a nivel turístico.
Se han realizado
diversos estudios sobre el impacto de estas actividades sobre la renta,
economía y el empleo de las economías locales, sobre todo en Estados Unidos y
en Gran Bretaña. Así, por ejemplo, el realizado sobre el impacto del turismo en
Vermont (Lin et al., 1999, citado por la Diputación Provincial de Huesca, 2003)
calcula que un millón de dólares de gasto turístico genera una media de 38 empleos
a tiempo completo. Es decir, alrededor de 26.400€ de gasto turístico por puesto
de trabajo. El número de empleos creados por un millón de euros de gasto
turístico, varía según estudios entre 12 y 45 puestos de trabajo a tiempo
completo.
Según los trabajo de la Royal Society for the Protection of Birds (RSPB) (Rayment, 1995 y 1997), un gasto de 1€ de un senderista genera entre 0,24€ y 0,45€ de renta en la economía local donde se realiza. El mismo estudio concluye que para generar un puesto de trabajo a tiempo completo (PTTC) es preciso un mínimo de 21.500€ de gasto de un senderista y un máximo de 36.000€. Estas referencias, actualizadas a 2003, de acuerdo al deflector del Producto Interior Bruto, suponen que un PTTC se genera entre 25.700€ y 43.000€ de gasto (Diputación Provincial de Huesca, 2003).
La Countryside Agency (2000) (citada por la Diputación Provincial de Huesca, 2003) analizó el impacto económico de los usos recreacionales y el turismo en Inglaterra, estableciendo que para generar un puesto de trabajo a tiempo completo es necesario un gasto turístico de 49.000€.
Asimismo, según Slee, Farr y Snowdon (1997) los pequeños negocios turísticos generan multiplicadores más grandes que los negocios turísticos a escala nacional como las cadenas de hoteles. Los lugares situados en el medio rural tienden también a tener multiplicadores más altos, ya que las peores comunicaciones reducen la fuga de gasto desde la economía local.
En España, la Diputación Provincial de Huesca (2003, p. 201) ha estudiado la influencia socioeconómica del senderismo y el excursionismo en su entorno geográfico, estableciendo como principales conclusiones al respecto que, desde el punto de vista del Análisis Coste-Beneficio Económico, es rentable invertir en senderos, pues esta actividad genera importantes efectos renta y empleo en la economía en general y más concretamente en la economía local receptora del gasto de los senderistas, calculando, que del volumen total de negocio, entre un 24% y un 45% se queda en la economía local receptora. Este efecto es conocido como efecto renta y en términos absolutos supone entre 1,5M€ y 14,7M€. Asimismo, el gasto de los senderistas genera un importante volumen de empleo, calculándose que esta actividad es responsable directo de la generación de 128 a 908 puestos de trabajo a tiempo completo.
Finalmente, es interesante destacar que el análisis coste-beneficio de las inversiones en senderos, aun tomando hipótesis muy conservadoras y considerando como beneficio extraordinario tan solo el 3% del gasto medio de un senderista, es decir 2,45€/senderista, concluye que es rentable desde el punto de vista económico invertir en senderos a partir de un umbral mínimo de 105.000 senderistas al año. Esta cifra de senderistas está por debajo de la realidad por lo que las inversiones en senderos resultan muy rentables.
Aunque es inevitable alguna pérdida, existen evidencias de que las pérdidas del denominado turismo activo o de aventura (por ejemplo el senderismo) son menores a las del denominado turismo tradicional (por ejemplo turismo de sol y playa) (Diputación Provincial de Huesca, 2003). En el trabajo de Slee et al. (1997), los multiplicadores de renta y empleo locales eran mayores, en el distrito que estudiaron y en su área económica de influencia, en el caso de pequeños alojamientos turísticos tipo granjas, albergues y campings, que en el de grandes negocios turísticos como cadenas de hoteles, centros vacacionales y alojamientos en multipropiedad.
Se puede resumir que el gasto turístico realizado por un turista activo repercute mucho más en la renta y el empleo locales, que ese mismo gasto realizado por un turista tradicional (por ejemplo, turismo de playa).
Como afirman Martos y Salguero (2001), la triple alianza deporte, turismo y naturaleza, constituye hoy en día un recurso de gran trascendencia para el desarrollo de comarcas olvidadas por el progreso industrial y económico, aunque privilegiadas en paisajes, tradiciones, historia y cultura.
La conjunción actividad físico-deportivo-recreativa y ocio constituye un importante potencial de mercado turístico y se perfila como complemento o alternativa al tradicional mercado turístico de sol y playa. La promoción y el desarrollo que se ha producido en los últimos años de turismo activo es una consecuencia directa de la necesidad de revitalizar zonas rurales, de tal manera, que el uso de espacios para la práctica deportiva y turística ha posibilitado en determinados casos un flujo de capital que ha cambiado la dinámica económica y social de estas zonas.
4.
NUEVAS PROPUESTAS DE INVESTIGACIÓN
Es necesario abordar el impacto de otras actividades muy practicadas y de gran auge en la actualidad, realizando nuevas investigaciones que analicen la influencia social y económica de este tipo de turismo en la naturaleza en sus distintas modalidades y medios de desarrollo. En España, por ejemplo, existen algunas actividades que están acaparando miles de personas, practicando senderismo, cicloturismo o rutas a caballo. Sirvan como sugerencias las siguientes propuestas.
El Camino de Santiago como ruta histórica y artística está cada vez más relacionada con el turismo activo. Este itinerario está siendo fruto de una gran promoción turístico-patrimonial y turístico-deportiva, basándose en actuaciones que incorporan en su base modelos de ocupación de ocio y del pluralismo religioso, combinando culto y ocio y, consiguiendo así, una movilización multitudinaria a comienzos del siglo XXI (Granero, 2005; Mouriño, 2001). Esta ruta ha experimentado, desde principios de los años noventa, hasta la actualidad, un crecimiento espectacular del 1291% en el número de viajeros que la recorren a pie o en bicicleta, pasando de 7.727 personas en 1991 a 93.294 en 2005 (Granero, Ruiz Juan y García Montes, 2006).
Cabe resaltar la gran promoción que se
hace de la ruta remarcando el carácter deportivo de la misma. Es considerado
como el Sendero de Gran Recorrido más largo de Europa, denominándose E 3 al recorrido
europeo de este itinerario y GR 65 al trazado español del antiguo Camino que
utilizaban los peregrinos centroeuropeos para llegar hasta el sepulcro del
Apóstol entrando por Roncesvalles, el Camino Francés. Esto lo convierte en un
marco ideal para la práctica del senderismo y del cicloturismo, tanto de
carácter cultural, como histórico, educativo y social, de ocio o
interdisciplinar (Granero, 2005). Es interesante apuntar algunos de los datos
de la investigación realizada por el referido autor, centrada en la actividad
físico-deportiva del peregrino, pues destacan la práctica físico-deportiva, la
aventura, el arte y la cultura de la ruta y las vacaciones y turismo, tanto
entre las motivaciones para realizar este itinerario como entre las vivencias
de los que lo han realizado.
El estudio
del impacto que supone, sobre todo a
nivel local, el recorrido de este trazado por el medio natural y rural de
distintas provincias españolas, por el que cada año transitan, practicando
tanto senderismo como cicloturismo decenas de miles de personas, se manifiesta
como una investigación importante, aunque pendiente. Este impacto se ve
incrementado durante los denominados Años Jacobeos, teniendo en cuenta que en
el último, fueron ciento ochenta mil las personas que llegaron a Santiago de
Compostela tras recorrer el Camino a pie, en bicicleta o a caballo.
Otra vía
de actuación que se presenta de gran interés para continuar con el análisis del
turismo y la actividad físico-deportiva recreativa en la naturaleza lo
constituye el denominado programa de vías
verdes. Esta iniciativa está facilitando una red de infraestructuras para
el desarrollo de actividades como el senderismo, paseos ecuestres, cicloturismo
o patinaje. Este programa supone, como afirma Jiménez (2006), un recurso
atractivo y valioso, tanto para las empresas de turismo activo, como para los
profesionales de la actividad física y el deporte. El citado autor expone que
este proyecto surge con la idea de recuperación de antiguos trazados
ferroviarios infrautilizados, susceptibles de usos alternativos para reforzar
el equipamiento recreativo, de ocio y medio ambiental, colaborando así con las
políticas nacionales de desarrollo rural e implantación de nuevas formas de
turismo activo.
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