Umberto Eco y los nuevos soportes tecnológicos


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En la columna La bustina di Minerva, de Umberto Eco, que se publica en L´espresso ( «Sulla labilità dei supporti»), hace unos días se habló acerca de la labilidad de los medios de comunicación, específicamente de los nuevos soportes de esos medios. Aunque linqueo todos y cada uno de los artículos a los que aquí hago referencia, reproduzco algunas partes que me interesan (la traducción es de Anaclet Pons y la edición, con negras incluidas, mía).
Dice Eco:

Soportes lo han sido la estelas de Egipto, la tableta de arcilla, el papiro, el pergamino y, por supuesto, el libro impreso (…) Así que periódicamente se convocan reuniones y se estudian diversos medios para salvaguardar la multitud de libros que albergan nuestras bibliotecas, y uno de los más populares (pero casi imposible de aplicar a todos y cada uno de los libros existentes) es escanear las páginas y pasarlas a un soporte electrónico (…) Pero aquí se presenta otro problema: todos los soportes para transportar y almacenar información (…) que usamos en nuestros ordenadores, son más perecederos que el libro. (…) Aunque hemos tenido tiempo para darnos cuenta de lo que podía durar un disco de vinilo si no lo frotábamos demasiado, no lo hemos tenido para comprobar cuánto duraba un CD-rom, porque, siendo aclamado como el invento que vendría a sustituir al libro, ya ha sido retirado del mercado, pues podemos acceder en línea a ese mismo contenido y con costes más baratos. No sabemos cuánto durará una película en DVD, sólo sabemos que empieza a hacer extraños cuando la hemos puesto muchas veces. Casi no hemos tenido tiempo para ver cuánto podían durar los discos flexibles que usábamos en el ordenador: antes de que lo pudiéramos descubrir ya fueron sustituidos por los disquetes rígidos, y éstos por los discos regrabables, reemplazados a su vez por la memoria USB. Con la desaparición de los distintos soportes lo han hecho también las computadoras que podían leerlos (creo que ya nadie tiene en su casa un equipo en el que haya una ranura para un disquete flexible)
En fin, basta una simple alteración de la tensión eléctrica, un relámpago en el jardín (…) para arruinar una memoria (electrónica). Si hubiera un apagón que durara lo suficiente ya no podríamos usar ninguna memoria. Si hubiese guardado el Don Quijote en mi memoria electrónica, no lo podría leer a la luz de una vela ni en una hamaca ni en un barco ni en el baño (…) mientras que un libro me permite hacerlo incluso en las condiciones más adversas. Y si el ordenador o el e-book caen desde un quinto piso puedo estar matemáticamente seguro de haberlo perdido todo, mientras que si cae un libro como mucho se desencuadernará.
Los soportes modernos parecen atender más a la difusión de la información que a su preservación. El libro ha sido un insigne instrumento de difusión (pensemos en el papel desempeñado por la Biblia impresa para la reforma protestante), pero también de conservación. Es posible que en unos pocos siglos la única forma de acceder a las noticias sobre el pasado, cuando todos los soportes electrónicos hayan perdido sus propiedades magnéticas, siga siendo un bello incunable. Y entre los modernos libros, sobrevivirán muchos de los que están hechos con buen papel.
No soy un anticuado. Tengo un disco duro portátil de 250 GB en el que he cargado las mayores obras maestras de la literatura universal y de la historia de la filosofía (…) Pero me alegro de que esos libros estén en mis estantes, pues son una garantía de la memoria para cuando los instrumentos electrónicos hagan tilt”.

Resulta interesante esta visión que siendo apocalíptica resulta tenuemente integrada, para ponerlo en términos del mismo Eco (con el fin de obtener un panorama breve y conciso de lo apocalíptico y lo integrado hacer click acá). Esto porque el recelo «apocalíptico» de que “los soportes modernos parecen atender más a la difusión de la información que a su preservación” iría enfocado, en cierto sentido, no a la acumulación de datos desde una perspectiva aristocrática  (y «apocalíptica») sino hacia el optimismo democrático y divulgador de los integrados. Ahora bien, entiendo que Eco dude con respecto a la durabilidad de esos soportes, pero creo que él mismo da un pie de certeza cuando habla de labilidad, lo que haría que la información trascendiera al soporte, que no importa si es en un USB o en cualquier otro formato susceptible de envejecer o desaparecer en menos de 5 años (por hablar de un lapso): los datos se conservarían.
De aquí pueden desprenderse muchos ángulos de análisis, como el de que los avances tecnológicos tengan un soporte endeble por electrónico y sin éste sea imposible rescatarlos (la desconfianza final en el artículo de Eco), o si los soportes actuales pueden ayudar a la democratización y el acceso masivo a la información que no se ha podido llevar a cabo con los libros. Sin embargo, el temor al fin de los viejos empastados como custodios del saber niega la capacidad básica de adaptación humana (el lamento de Alejandría, lo llamaría yo). La argumentación de Eco proviene, evidentemente, de un hombre que se ha formado con los libros y ve amenazada su concepción de “el conocer” ante la veloz dinámica tecnológica de la actualidad.
Como conclusión, encuentro dos opciones:
a) Un final para la sociedad parecido al de Farenheit 451, en esa distopía de Bradbury en la que la memoria de cada hombre es un libro, una joya universal.
b) Un futuro en el que la misma forma de conocer el mundo, de asirlo, se lleve a cabo sin libros, ni impresos ni electrónicos, sino desde un paradigma aún desconocido.
Bloque de links:
Sulla labilità dei supporti (Traducción de Anaclet Pons)
Umberto Eco: elogio del libro en la era del soporte digital
Umberto Eco
 Vía: Clionauta

—JLE